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lunes, 16 de marzo de 2015

1879, Guillermo Thorndike





Año de publicación : 1977

Editora : Libre 1




Éste es un claro ejemplo de que se compran libros y el tiempo pasa y pasa y no hay cuándo leerlos. En mi caso nunca las cuatro obras estaban en un mismo lugar, hasta ahora, en Brasil, y enfrentándome a una mudanza más, pero con los otros tres a la mano. No quería leerlos con una distancia de tiempo mayor a un año, así que éste 2015 espero poder hacerlo. Por ahora, me despaché con el primer libro, y las sensaciones al final no son de las mejores.

Valor. Hay que tener valor para enfrentar éste primer libro de la tetralogía denominada “La guerra del salitre” de Guillermo Thorndike; confieso que mis expectativas eran altas. Estoy muy lejos de ser de aquellos chauvinistas disfrazados de nacionalistas; no es por ese sendero que abordaría éste libro, y los otros tres que lo complementan, sería un desperdicio. Nada lo abordo de esa manera, no cultivo ningún sentimiento de odio o incomodidad hacia algún ciudadano chileno, siempre he tenido buenas relaciones con personas de aquel país, desde Japón donde conocí una familia chilena, aquí en Brasil, y claro, en el Perú donde son muchos.

Como bien lo indica el autor al inicio del libro, lo relatado aquí no es una ficción, y él pudo basar su obra desde documentos oficiales de la época, pasando por partes militares y navales, telegramas, despachos de corresponsales de guerra, debates parlamentares, versiones taquigráficas, memorias y cartas de los protagonistas, noticias, anuncios y publicaciones de Lima, Iquique, Santiago, Valparaíso, y Nueva York, hasta menús oficiales del Huáscar y restaurantes donde los variopintos personajes transitan, además de aportar lo de su cosecha, o sea, un sinfín de documentos e información extraída además de bibliotecas particulares como las del Dr. Félix Denegri Luna y el R.P. Armando Nieto Vélez, ambos historiadores quienes también le brindaron asesoría, para poder armar este enorme rompecabezas, que ya hacia la primera mitad del libro siento le pasa factura al autor.

Antes de éste proyecto Thorndike ya era ducho y acostumbrado a realizar obras de "no ficción", como “El caso Banchero” disfrutado hace varios meses atrás, y otras tres obras más del mismo tipo pero ésta muy probablemente fue la de mayor envergadura, me atrevo a pensar mayor a la que él mismo imaginaba.

Es muy interesante saber hasta lo que garfeaba la élite peruana y extranjeros, en contraste con el pueblo en medio de la pobreza, y con un inminente rebrote de viruela en la capital peruana. Y es que una de las cosas interesantes que deja éste primer libro son los contrastes: a lo ya mencionado se suma el valor y patriotismo –muchos de ellos extranjeros en el Huáscar- de gente que prácticamente en harapos y casi sin armas se iban a la guerra, mientras en el Congreso de la República en Lima se explayaban en discusiones por meses acerca de detalles nimios para al final no aceptar los radicales cambios que necesitaba el país para generar dinero para bancar una guerra que el propio gobierno decidió asumir. Poco más de 130 años después el Congreso de la República –no todos, pero en su gran mayoría- sigue albergando gente que sólo busca sus propios intereses. Pero no quiero alejarme del libro.

Cuando Thorndike se embarca en los debates parlamentares ufff…, la obra se torna muy densa. Pero son capítulos necesarios para entender cómo esa bazofia de diputados y senadores –y para mi martirio uno de ellos se apellidaba Mapartida- que teníamos pensaban. “Pensaban” es un decir, porque ante el camino elegido la última cosa que parecían hacer era pensar. Increíblemente nunca imaginaron en perder la guerra. Increíblemente nunca imaginaron que el monitor “Huáscar” sucumbiría ante la numerosa y mejor equipada flota chilena, y menos aún lo que vendría después. Pero no quiero alejarme del libro.

Cuando Thorndike nos presenta los bastidores previos al combate en alta mar por momentos pareciera que tanta información a la mano para su proyecto lo agobiara. Pasa la impresión el no querer dejar ningún dato fuera del contexto de su obra, lo que la torna por un lado muy interesante el saber cada detalle por más mínimo que sea, pero por otro hay muchos trechos que sólo son realizados con frases cortas interrumpidas con un punto. Como telegramas. Aunque dicen mucho del cotidiano de aquella época conturbada, no me es agradable depararme con textos así. El poder hilvanar tantos detalles debió ser una ardua tarea; mucha información en detrimento de la narración. Y si a esto le sumamos algunos errores en tiempos e incluso algunos ortográficos -que pueden ser "los fantasmas"de edición, pero que uno repara más en ellos y llegan a pesar cuando otras cosas como las mencionadas vienen juntas-, las ganas de dejarlo se tornan una posibilidad latente. 


Pero por otros trechos él desarrolla esa prosa atrayente, fluida, una narración impecable por momentos, aquella que me atrapó en la obra sobre Banchero Rossi. Y no sé si será coincidencia o fue algo premeditado, pero entre los muchos personajes que él rescata, da voz y vida, es cuando la figura del Gran Almirante Miguel Grau Seminario aparece que su narración se vuelve más pulcra, limpia. Pareciera que el personaje de Grau acapara no sólo su mayor atención sino una desmedida –y ante los hechos, justificadísima- admiración hacia él. Parece que el mundo en la obra para, y sus mejores esfuerzos literarios regresan para describir sus acciones, por menores que éstas sean: desde castigar a un marinero insolente, al zambo Real Felipe, hasta sus acciones y decisiones en pleno combate; pero no es suficiente. Los innúmeros personajes vuelven a la trama y con ellos la inacabable y rica información que pareciera no saber enlazar a no ser con las ya mencionadas frases cortas.

Mucho pesa para no abandonar el libro la historia sobre las correrías del monitor “Huáscar”, pues estando prácticamente solo –junto a la corbeta “Unión”, de madera forrado en cobre, y con planchas de hierro sólo hasta la línea de flotación- alargó por seis meses la guerra ante la escuadra chilena en mayor número. Grau sabía usarla a su antojo, no sólo su monitor, sino el mar, el clima, cuándo virar, cuándo entrar despacio sin ser percibido. Pero todos sus esfuerzos contrastaban con la dejadez de los parlamentarios y políticos en la capital peruana.







Recuerdo que en Lima, al menos a inicios de los 80’s los niños estábamos acostumbrados a colorear figuras de Túpac Amaru, de Micaela Bastidas, de Grau, de Bolognesi, de Ugarte, a la par con las de Disney. Aquello que nos enseñaron de niño y quedó grabado con fuego en la escuela está plasmado en las páginas 160 y 161 de ésta edición: Grau ordenando salvar soldados chilenos a la deriva en alta mar, para luego darles ropa y comida, de la poca que tenían, desembarcándolos posteriormente en tierra sanos y salvos. ¿Por qué salvarlos si eran enemigos? – recuerdo algunas preguntas de compañeros de clase en primaria, o sea con 8 ó 9 años. -Porque eran personas como tú o yo enfrascadas en una guerra. Y porque Grau era diferente. Es así como deberíamos pensar y actuar.- Más o menos eso respondía el profesor en clase. 

Otro ejemplo: en su búsqueda por la “Abtao”, cargadas con cañones de 150, se deparó con el vapor chileno “Matías Cousiño”, que no fue hundida por ser una embarcación de transporte, dejando que sus tripulantes embarcasen en lanchas primero antes de abordarlo (Págs. 244 al 246). 

La carta dirigida a la viuda del capitán de fragata don Arturo Prat, y el trato hacia la escuadra chilena, desde marineros a altos mandos era de respeto, porque podrían ser enemigos por las circunstancias, pero no se perdía el respeto. Sí, Grau era diferente, así como otros pocos en aquella época. 




Monitor “Huáscar”

                                  Al ancla, Pisagua, junio 2 de 1879

Dignísima señora:


   Un sagrado deber me autoriza a dirigirme a usted y siento profundamente que esta carta, por las luchas que va a rememorar, contribuya a aumentar el dolor que hoy, justamente, debe dominarla. En el combate naval del 21 próximo pasado, que tuvo lugar en las aguas de Iquique, entre las naves peruanas y chilenas, su digno y valeroso esposo, el capitán de fragata don Arturo Prat, comandante de la "Esmeralda", fue como usted no lo ignorará ya, víctima de su temerario arrojo en defensa y gloria de la bandera de su patria. Deplorando sinceramente tan infausto acontecimiento y acompañándola en su duelo, cumplo con el penoso y triste deber de enviarle las, para usted, inestimables prendas que se encontraron en su poder, y que son las que figuran en la lista adjunta. Ellas le servirán indudablemente de algún consuelo en medio de su desgracia, y por eso me he anticipado a remitírselas.

   Reiterándole mis sentimientos de condolencia, logro, señora, la oportunidad para ofrecerle mis servicios, consideraciones y respetos con que me suscribo de usted, señora, muy afectísimo seguro servidor.



                                                             Miguel Grau





Inventario de los objetos encontrados al capitán de fragata don Arturo Prat, comandante de la corbeta chilena “Esmeralda”, momentos después de haber fallecido a bordo del monitor “Huáscar”.

Una espada sin vaina, pero con sus respectivos tiros.

Un anillo de oro de matrimonio.

Un par de gemelos y dos botones de perchera de camisa, todos de nácar.

Tres copias fotográficas, una de su señora, y las otras dos probablemente de sus niños.

Una reliquia del Corazón de Jesús, escapulario de la Vírgen del Carmen, y medalla de la Purísima.

Un par de guantes de preville.

Un pañuelo de hilo blanco, sin marca.

Un libro memorándum.

Una carta cerrada y con el siguiente sobreescrito: “Señor Lassero.- Gobernación Marítima de Valparaíso. Para entregar a don Lorenzo Paredes”.



                               Al ancla, Iquique, mayo 21 de 1879

                               El oficial de detalle

                                                 Pedro Rodríguez Salazar



(Págs 209 y 210) 




Ironías del destino. No sólo todos se conocían en ambos bandos, muchos incluso guardaban un parentesco familiar, como por ejemplo el mismo Grau quien tenía en Óscar Viel y Toro, posteriormente Comandante General de la Marina Chilena, quien estaba al mando de la fragata blindada “Blanco Encalada”, su concuñado. Grau no quería depararse con aquella embarcación, pero sabía que de hacerlo tendría que continuar con su deber. 

Ésta obra es la entrada al inicio de uno de los períodos más difíciles en la historia peruana. Deja claro que los verdaderos enemigos estaban sentados bien cómodos en el poder en Lima, mientras otros valerosos hombres eran mandados al sacrificio, en desproporción de armamentos y suplementos bélicos. Si bien es "no ficción" no deja de ser una novela. Si ben es una novela, no deja de ser parte de la historia. Muy importante e interesante para comenzar a informarse –para quien esté interesado- de una manera algo más relajada que un libro de historia aunque algo más densa que alguna otra obra del mismo Thorndike, por lo menos en comparación con "El caso Banchero". Para tener en cuenta que hechos como los retratados aquí nunca más se repitan. 

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